sábado, 1 de abril de 2023

ASALTOS DEL CARPINTERO

 


Se abría abril en la sequía como un cardo. Vi a la primera golondrina, sus alardes volátiles, volutas barrocas, en la calle Alaminos, cerca de la casa de mi amigo. Principiaba la primavera, con la frescura amable de todo principiar, como un viernes por la tarde, como un sábado por la mañana. 

Y uno se preguntaba qué puñetas hacía esta abeja carpintera sobre una baranda. Una y otra vez se encaramaba a la baranda, mientras sus compañeras libaban las flores masculinas del nogal cercano.

Por fin comprendí que el zángano era abejorro, un macho de Xylocopa violacea, algo más pequeño y recortado que sus compañeras, con un anillo marrón en la cima de sus antenas, erectas como actas de toro. El bicho alado esperaba una oportunidad para un lance rápido, según su poderosa y ciega inclinación. 

Y arriba las tienes, copulando colgadas del romero. Poco duró el abrazo, la symploké, la gozosa sinergia, el rito reproductor, la inmersión del edeago. Creo que el machito siguió apostándose en la baranda, calculando el vuelo de las hembras que laboraban en los amentos del nogal, calculando el vuelo en parábola que tendría que hacer para abordarlas y dejar su simiente en ellas.

Los machos de la abeja carpintera tienen menor envergadura alar que las hembras y carecen de aguijón.