domingo, 9 de julio de 2023

LA ZARZAMORA

 

Flores y fruto inmaduro de zarzamora

Según la conocida copla, "Zarzamora" le pusieron a una hermosa cantante del café de Levante por sus ojos negros cual moras maduras. Intimó con un tratante, luego con un marqués que la adornó con diamantes de la cabeza a los pies.

Creíanla todos contenta pero estaba afligida. Por eso se preguntaban "¿Qué tiene la Zarzamora / que a todas horas llora que llora / por los rincones? / Ella que siempre reía y presumía de que partía los corazones".

Un querer desgraciado, ¡Dios!, con un casado, embrujó a la Zarzamora.

Moras de zarza ya maduras

Las he recogido desde chico, a finales del verano, de las zarzas que crecen espontáneamente en los linderos de las fincas, en padrones, vallas o junto a caminos rurales. En un verano especialmente tórrido el sol quemó sus frutos, pero ellas son resistentes, pueden crecer a partir de tallos separados de la mata y se defienden con sus espinas codiciosas y posesivas.

El estoicismo reverenciaba a la Naturaleza. Más que dominarla, había que plegarse consciente a sus designios, porque el que no lo hace es arrastrado por ella, decía Séneca. Como prueba, Plinio el Viejo señalaba en su Historia natural a la humilde zarza, tan silvestre y resiliente en su manera de crecer, que sería capaz de dominar la tierra si el hombre no la contuviese.

Debíamos aceptar, por tanto, que la naturaleza no existe para el placer del humano, sino que más bien "el hombre parece haber nacido para cuidar la tierra". Por desgracia, nuestra sed de lujo nos conduce antes al saqueo que a la poda, pero incluso el más holgazán e ignorante de los individuos está obligado a ocuparse de la naturaleza, de la suya y de la ajena.

El hombre haría bien en entender que el barrido de los océanos y la quema de los ricos paisajes boscosos, además de arruinar la tierra, son sin duda letales para sus intereses...

"Todos buscamos en las entrañas de la tierra mientras vivimos en ella, y aún así nos asombra cada vez que se abre o se estremece, como si no pudiera tratarse de una muestra de enfado de nuestra madre sagrada", Plinio, Historia natural, 33,1.