domingo, 25 de diciembre de 2022

ESPUELILLA PILOSA

Chaenorhinum villosum, subespecie granatense

Chaenorhinum villosum. "Chaenorhinum", del griego chaínō = abrirse, entreabrirse; y rhís, rhinós  = nariz, hocico. Y del latín "villosum", piloso, velloso.

También llamada Espuelilla de España, Linaria granatensis o Linaria villosa, porque se trata de una herbácea endémica del norte de África (Marruecos y Argelia) y sur de la península ibérica, es decir que es íberomagrebí. Hojas, tallos y sépalos crecen cubiertos por una densa pubescencia, de ahí su nombre popular.

Chaenorhinum villosum es una especie rupícola, o sea que se desarrolla sobre pedregales, roquedos y muros, sobre calizas, margas o yesos, en lugares secos y de soleados a sombreados. La foto muestra un ejemplar nacido entre sillar y sillar del muro antiguo de la iglesia de San Isidoro de Úbeda el 21 de marzo de 2022. Florece hasta julio.

El género Chaenorhinum pertenece a la familia de las Escrofulariáceas, aunque algunos expertos la incluyen entre las Plantagináceas. Consta de 17 especies. La planta silvestre de la foto ha sido identificada en Fotografía & Biodiversidad por Ángela Canet como representante de la subespecie granatense, que presenta una vellosidad amarillenta y sépalos más anchos.

Se han desarrollado variedades ornamentales por la belleza de sus flores.

miércoles, 21 de diciembre de 2022

ACANTO

 

Lustrosas hojas de acanto. 20 noviembre de 2022

A mis plantones de acanto (Acanthus mollis) les han sentado maravillosamente las últimas aguas otoñales. Defendidos estaban del temporal por los muros de ese lado del jardín en el que antaño, cuando llovía más que ahora, se oía la cantinela de dos fuentes procedentes de sendos minados seculares. 

Prosperan con facilidad bajo la protección de dos grandes almeces espontáneos que dejé crecer junto a dos nísperos y dos celindos, estos cuatro plantados por quién sabe qué jardinero en un pasado remoto. Allí, en aquella fresca umbría, ya no es posible que florezcan rosas por falta de sol, aunque sí lo hace el albarraz (hierba piojera) que trasplanté silvestre, de semillas del que crecía bajo una encina centenaria en un carril de La Loma. Bajo la protección de los almeces viven, recrecen en otoño fructifican y se reproducen, los acantos felices; felices y dichosos digo, pues han de ser felices las plantas que muestran un verdor tan puro, tan limpio, tan brillante y unas ganas de vivir tan firmes.

No me extraña que esta planta haya sido desde antiguo símbolo de renacimiento, por la rapidez con que se regenera después de haber perdido todas sus hojas y por la facilidad con que salta de un lugar a otro si cuenta con el agua necesaria y algo de tierra. Me traje un plantón de Bacayo, donde todavía crecían y fructificaban los acantos tras el muro de una cuadra en ruinas. Y les ha ido fenomenal aquí, muy cerca de donde jugamos al dominó en el verano.


Espiga floral del acanto, que se eleva elegante en el verano
 hasta  una altura considerable.

Ἄκανθος (Ákanthos) significaba en griego espina, pero pocas espinas tienen ya los acantos cultivados en comparación con los salvajes. Se le atribuyeron también propiedades medicinales a tallos y raíces.

Cuenta Vitrubio que Calímaco, un famoso escultor que tallaba el mármol con enorme delicadeza, topó en un cementerio con un canastillo tapado por una baldosa y alrededor del cual crecían rodeándolo las hojas de un acanto. El canastillo había sido dispuesto allí por una nodriza que amaba tiernamente a la doncella que cuidaba y murió prematuramente y sobre cuyos restos mortales creció el acanto. 

Fue esa contemplación estética la que inspiró a Calímaco, animándole a incorporar la belleza percibida de las formas foliales de la planta al tambor del capitel de las columnas, cuya decoración le habían encargado los corintios. Aquel ornamento gustó tanto que sirvió para identificar el orden arquitectónico que seguimos llamando orden corintio.

Figuración del legendario canastillo que inspiró a Calímaco

La costumbre de adornar los capiteles y otros elementos arquitectónicos con imitaciones o iconos de hojas y plantas es muy antigua y seguramente la tomaron los griegos de los egipcios. Eran frecuentes los motivos calcados del olivo o del laurel. Los romanos continuaron la tradición corintia en su capitel compuesto o latino.

Las hojas, el tallo floral, la belleza y lustrez del acanto, han inspirado a los artistas de todas las épocas. Los antiguos otorgaban a esta planta  un poder mágico. Suponían que sus hojas espinosas mantenían a raya a los malos espíritus. Así pues, puede que el hecho de escoger estas formas como adorno de los templos tuviera también un significado de talismán o amuleto apotropaico, como vade-retro para miasmas malignos.

Frutos inmaduros del acanto

Virgilio describió el vestido de la divinal Helena bordado en relieve con figuras de hojas de acanto. El cristianismo asimiló la planta al renacimiento del alma y comparó la silueta de sus hojas o de los pétalos de sus flores con las alas de los ángeles. 

Detalle (macro) de una flor de acanto

Las hojas de acanto son también emblema ornamental de las Bellas Artes. Me consta que también gustan como alimento a babosas y grandes caracoles de jardín, de esos que los franceses incluyen en su cocina más refinada y para cuyo manejo à table han inventado incluso un sofisticado instrumento.


martes, 6 de diciembre de 2022

NARCISOS

 


Prefiero los silvestres a los cultivados. Los primeros que pude observar salvajes crecían encharcados y luminosos en la obscuridad de un pinar de Sierra Morena, a finales del mes de febrero, allá por el 2009 si no recuerdo mal.

Antonio Carvajal les dedicó un bello poema que dedicó a Elena Martín Vivaldi...

Bocas de vidrio, esbozos de penumbras.
Adelantados o doblados
o pertinaces en su insomne palidez
de vientos como llamas, los narcisos
entregan su aroma, luna de invierno.

Florecer y morir, qué triste júbilo.
Su dispersa agrupación conmueve
el corazón del hombre, pues conoce
que la armonía existe, mas tenerla
sometida no puede a su dominio.

Todo es renuncia: de tanto aroma
nada se percibe, como en la muchedumbre
de los besos tantos pierden relieve,
sólo el beso inicial y el postrero
perduran.

El poema de Antonio no acaba aquí. Recuerda luego Carvajal que abren los narcisos en los días cálidos de febrero, largamente esperados. Compara atrevido la floración angustiosa de estas flores con las columnas del incienso, el ilustre bisbiseo latino de letanías, y con "el cavado resonar del órgano suspenso".



Freud y el psicoanálisis usaron la figura mítica de Narciso para describir una patología psicológica tan actual y extendida como el "narcisismo". Tengo para mí que este desarreglo es efecto, al menos parcial, de la Internacional publicitaria y propagandística y de sus incesantes y masivos halagos engatusadores, pues las recalcitrantes adulaciones y reiteradas lisonjas de los Mass Media inflaman el ego del potencial consumidor y del presunto votante, haciéndoles pensar que sus deseos son derechos, sus gustos los mejores, e incluso introduciendo en sus maleables mentes y dóciles ánimas el prejuicio obsceno de que sólo es justo lo que les da gusto.

Narciso fue un personaje trágico que halló su némesis y desgracia en su hiperbólica autoestima (hybris). Nació hijo de una ninfa, Liríope, tras ser violada por un dios fluvial. La vida del terpio ya empezó mal, pues fue producto de un acto de violencia de género divino. Olvidaremos el nombre del padre ya que no queremos añadir fama al violentador, por muy dios que fuera.

Tiresias, venerable adivino, le vaticinó a su madre que Narciso llegaría a viejo con tal de que nunca se conociese a sí mismo. Sabio consejo puede parecernos a pesar de que va contra el mandamiento délfico que manda a cada uno de nosotros que nos conozcamos a nosotros mismos. Lo que Apolo sobre todo ordena -pienso yo- es que sepamos de nuestras limitaciones y así no nos ensoberbezcamos creyéndonos dioses. Además, no es sano abismarse del todo en los laberintos de la propia alma descuidando la de los demás. Puede ser el fondo de uno mismo abismo en el que enloquecer de vértigo o dédalo en que perderse y cuyas salidas resulten tan empinadas y solitarias como la anábasis en agreste cuesta de la caverna platónica.

Todavía casi niño, a Narciso le perseguían y acosaban admiradores de ambos sexos a los que, como a la ninfa Eco, el chaval orgulloso rechazaba cruelmente, muy pagado de su autosuficiencia y belleza. Admirador tuvo que se suicidó después que el mismo Narciso le enviase como señal una espada. Fue el caso de Aminias, quien suplicó a la diosa Ártemis que vengase el desprecio narcisista. Y Ártemis generosa y justiciera hizo que Narciso se enamorase con la condición de que no pudiera consumar jamás su deseo.

Y un buen día de aquel entonces, Narciso -como es vox populi- se enamoró de su reflejo donde se remansaban las aguas clarísimas de un arroyo. Sucedió en Donacón (Tespia). Al principio se regocijó de la belleza de su figura y hasta del tormento de no poder satisfacer su deseo de besar aquel rostro hermosísimo y abrazar al otro que era sólo sombra de él mismo, no más que su retrato. Sabía al menos que su otro yo le sería fiel. Pero absorto en su contemplación pasó hambre y sed y desfalleció al fin, como era de esperar: solo y desesperado.

Unos dicen que se ahogó ensayando abrazar aquel simulacro; otros, que se hundió una daga en el pecho y su sangre empapó la tierra y que de aquel abono, fecundo al fin (pues el amor narcisista es generalmente estéril), nació la flor que lleva su nombre. De los narcisos se destilaba antaño en Queronea (patria del sabio Plutarco) un ungüento balsámico con el que se combatían males de oídos y la hipotermia.

Otro poeta, Robert Graves, relaciona la raíz Nar- con las propiedades narcóticas del aceite de narciso y afirma que las terminaciones -issus e -inthus son cretenses. Tanto Narcissus como Jacinthus pudieron ser nombres del héroe de la floración primaveral en la isla del Minotauro, donde Teseo sedujo a su hermana Ariadna. Aquel amor entre el héroe ateniense y la hija de Pasífae también acabó mal, porque -según sentencia el poeta de Albolote- la armonía existe, ¡pero no podemos dominarla!