Myrthus communis con frutos, 9 dic. 2021 |
Myrtus communis
Los cristianos le llamaban mirto; los musulmanes "arrayán", del árabe الريحان ar-rayḥān, que significa "el aromático". Planta nativa del sudeste de Europa y norte de África, siempre verde, de discreto olor inconfundible, famoso como seto en los jardines y noches de la Alhambra hasta dar nombre propio a un patio: Patio de los arrayanes.
El fruto es una baya redondeada comestible, azul oscura, que conserva parte del cáliz en su extremo superior, con muchas semillas que dispersan los pájaros al alimentarse de esas bayas que, molidas, sirven de sucedáneo de la pimienta y especian la genuina mortadela o salchicha de Bolonia.
En Cerdeña y Córcega producen licor de mirto, rojo y blanco, y los calabreses ensartan los higos secos con una rama de arrayán y los hornean para consumirlos durante el invierno.
El mirto se usó como febrífugo porque, como la corteza del sauce, es rico en ácido salicílico (aspirina), y contra la rinosinusitis.
La foto es de una plantita cultivada en maceta durante muchos años.
Cuando Dionisio descendió a los infiernos para rescatar a su madre Sémele, Hades, señor de aquellas regiones lúgubres, le dijo que accedería a su petición con la condición de que Dionisio le cediera algo muy querido. Tras reflexionar, Dionisio le ofreció un ramito de mirto al soberano de lo invisible. Hades aceptó.
Roberto Calasso se pregunta cómo fue que esa humilde planta podía sellar un pacto tan portentoso. Y explica la razón: De mirto se coronaban los esposos en la tierra y Hades estaba deseoso de desposar a Perséfone. Anhelaba que el reino de la muerte se mezclara con el erótico, así que el mirto se volvió planta no sólo erótica, sino también luctuosa.
Hipólito era hijo de una amazona, vegano, virgen, hermosísimo. Se abstenía de tocar a las mujeres. Su madrastra, Fedra, lo adoraba en secreto. Conocía a distancia cualquier contracción de los músculos de su hijastro. Cuando el deseo del joven se le hacía intolerable, se quitaba una aguja del tocado y, mientras sus ojos asediaban cualquier gesto de Hipólito, con la punta de la aguja perforaba hojas de mirto. (Mýrton en griego significa baya de mirto, pero también clítoris).
Fedra se ahorcó por mal de amores, por la indiferencia de Hipólito, que acabó sintiendo que un espasmo le atacaba el cerebro. Era la hoja de mirto torturada por el precioso alfiler de la amante que lo deseó a distancia. En la hora de su muerte el aroma de su cuerpo lastimado, de su sangre virginal, se mezcló con otro más puro procedente de Ártemis, la diosa cazadora a la que Hipólito servía. Aroma nocturno, inconfundible.
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