Dulce esperanza. La flor promete el fruto y lo será.
En sentido estricto, la fresa no es una fruta, sus frutos son las diminutas pepitas que le recubren (aquenios). Esa carne deliciosa de sabor tan característico es una extensión del pedúnculo floral hecho crecer por las hormonas que secretan los aquenios. O sea, ¡nos comemos la flor hecha pulpa!
Las fresas de nuestros mercados son el resultado de un largo y fatigoso trabajo de jardineros, hortelanos y botánicos. Hacia el siglo XIII no había más que fresas salvajes, tan diminutas que se encargaba a los niños su recolección en el bosque.
Un capitán saboyano trajo a Europa en 1714 fresones de Chile, origen de la mayoría de fresas actuales. ¡Asombra saber que dicho capitán se llamaba Amédée François FRÉZIER! En su nombre se hallaba inscrito un destino.
7 de marzo 2020 |
De la familia de las rosáceas, las especies cultivadas de fresa son híbridos que dan frutos de mayor tamaño (fresones) que la de bosque silvestre (Fragaria vesca). La flor es hermafrodita con sobrecáliz: 5 pétalos blancos, 5 sépalos y 5 estípulas.
Los valores nutritivos de las fresas son extraordinarios. Contienen minerales, vitaminas, antioxidantes..., y no engordan, pero no son aconsejables para criaturas menores de 18 meses porque son alergénicas, ni en personas con propensión al "mal de la piedra".
Las crío casi a la sombra en una cacerola vieja, de esas que llamábamos de "porcelana" y son de hierro esmaltado. Ahora se han puesto de moda (vintage) con sus desconchones y todo. La matita rastrera me da pocas fresas, pero exquisitas, me recuerdan aquellas de Aranjuez, tan preciadas, y me saben a gloria.
En la primavera ya cuajada de mayo he recibido este regalo de mi amigo el excelente poeta Antonio Carvajal, linda copla sobre la flor de la fresa, "nieve con sol", ¡y traducida al japonés! Con su permiso os la comparto:
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