jueves, 23 de septiembre de 2021

BRUNO

 

La mirada lobuna y tímida de Bruno


Su madre, Nana, tenía planta de podenca agalgada, perra tímida, nada pegajosa, hija de Nela, a la que trajeron de Orcera, una podenca grande y listísima. Su muerte fue patética, se echó sobre mi pie para expirar en contacto. A ellos también les da miedo la muerte. Nela era de las que fingía cojeras para que te preocuparas por ella o la desencadenaras. Una vez le entró un celo muy fuerte y se perdió por los cerros, como Álvar Fáñez, más de un mes. Ya la daba por perdida cuando volvió preñada con gestos sumisos, casi arrastrándose ante mi presencia, como diciendo "perdona, átame y dame de comer". Parió muchas veces, era una madre extraordinaria. Salvé y repartí los perros que pude entre amigos y alumnos.


Bruno, 5 noviembre 2017


Nana era más alta que Nela, pero menos inteligente. De Rocco, un bellísimo y enorme perro nórdico, más parecido a un malamute que a un hasking siberiano, parió Nana a Dante, a principios de septiembre de 2015 y, nada más madurar Dante, de la cópula con él nació Bruno, el seis de octubre de 2017, día de san Bruno. Así que le pusimos Bruno. Por lo tanto, Bruno es hijo y hermano de Dante. 

Dante, hermano de madre y padre de Bruno,
ya fallecido en oscuras circunstancias.


Bruno y Dante se llevaban bien porque en las peleas, que no llegaban a la sangre, Bruno cedía. Dante no dejaba pasar ocasión para lucir su condición de caudillo y macho dominante. Lo tenía fácil porque era mucho más guapo que su hijo-hermano, de pelo largo y suave, mientras que el de Bruno era áspero y escaso en las zonas pudendas. Dante era mimado por la familia, particularmente por mi nuera, que también cuidó a Bruno cuando este contrajo, todavía cachorro, una enfermedad dérmica.

Bruno, 24 de febrero 2018


Dante murió en extrañas circunstancias. Fuera de la finca, lo cual era común, que se escapara cuando obedecía el imperativo evolutivo de reproducirse. O fue atropellado en el Camino del Quejigal o de san Bartolomé por un coche, una moto o un quad, o tiroteado por los cazadores, que disparan por aquí los jueves y los domingos y no admiten competidores. 

Encontramos su cadáver ya seco encima de una zarza. Murió joven, con cinco años. ¡Una lástima! Pero fue él quien se expuso libremente al mundo exterior, tan violento. Bruno es más taimado y raramente atraviesa la verja y se escapa, y eso a pesar de que anda suelto y duerme donde quiere, en la huerta o en el olivar. Es más prudente y menos independiente que Dante, o más apegado al líder humano del que depende habitualmente su salud y alimento. Bruno estuvo muy cerca de la muerte cuando le repitió la enfermedad de la piel, que superó con tratamiento veterinario, buena alimentación y muchos otros cuidados. Perdió todo el pelo y se puso feísimo, con gran debilidad también en la marcha. Desde entonces hay escaleras que no sube.

14 de mayo 2018


Bruno el segundón salió ganando con la muerte de Dante, su hermano-padre. Más comida, más atención y libertad casi absoluta. Sólo lo atamos un rato para que deje comer a los gatos, o cuando acuden visitas a las que les molesta o asusta un gran perro de campo, suelto y amigo de olisquear braguetas y traseros.

Su relación con los gatos es tensa, pero no llega a violencia extrema. Persecuciones y gestos de combate bastan. Los gatos saben cómo huir o defenderse de los grandes dientes de Bruno. Con Guiri, la matriarca, ya esterilizada, gran cazadora, se lleva bien, hasta se regalan alguna caricia de vez en cuando. Aunque al principio tuvieron sus más y sus menos (v. infra), actualmente guardan las distancias...



Un altercado de Guiri y Bruno, 29 octubre 2019

Bruno ha tardado tiempo en concederme una confianza absoluta. Antes me gruñía si le miraba los dedos de las patas por ver si cojeaba por alguna espiguilla o semilla allí incrustada. Ahora, sin embargo, busca mi caricia casi a todas horas, se sienta si se lo ordeno, me da la mano. Es fácil pasear con él por el olivar, no hace falta correa, salta por aquí y por allá husmeando pero le silbas y acude solícito, persigue conejos sin demasiado éxito. No obstante, puede ponerse muy violento ante otra presencia humana, hasta que le llamo la atención y se tranquiliza. Es también amigo de los niños.

Obedece fácil, salvo el otro día... 

Sucedió que mientras yo observaba y hacía fotos de bichos a un lado del padrón de la huerta, coronado de hiedra en flor, un conejo escondido o adormilado bajo una mancha espesa de cenizos salió huyendo y Bruno, al acecho, lo apresó. Le hincó el diente. No quiso compartir la presa y corrió a esconderlo en una de sus despensas, al otro lado de la casa. Le llamé con energía, por ver si podía tocar su corazón de camarada cinegético. 

Todo en vano. Dudó por un momento, los ojos amarillos le brillaban de avaricia con el conejo colgándole de los caninos (v. infra). Las orejas tiesas, como el rabo, con su penacho blanco inmóvil y alto, como ante un competidor o un enemigo.

Bruno con su presa en la boca, que no compartió

Le he regañado por su actitud lobuna y egoísta. Le he recordado que cuando su abuelo Rocco cazó una liebre, la dejó sobre la hierba, bajo el almendro anciano, a disposición de mi persona. Le echo en cara su comportamiento cuando le ofrezco los restos de mi comida. Pero dudo que se sienta culpable por eso. Su memoria es flaca. Tampoco se lo tengo mucho en cuenta, la cabra tira al monte porque está en su naturaleza... Se acerca el tiempo duro y frío y conviene tener llena la despensa por si el jefe falla.

También se le ha visto con una torcaz en las fauces. Pero esa la cazó solo.



1 comentario:

  1. Muy cariñosa y detallada la forma en que has descrito a nuestros queridos perros esperilleros. Me ha encantado leerlo. ¡Gracias!

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