miércoles, 31 de agosto de 2022

CHUMBERA






A Francisco Luis Redondo Álvaro


¡Pobres chumberas! Les bastó un siglo para extenderse por casi toda España cuando los conquistadores las trajeron de América. En Canarias se la cultivó para alimentar a la cochinilla del carmín, para tintes, el E120 que enrojece pintalabios, yogures, bebidas alcohólicas, mermeladas, zumos y que se obtiene aplastando las ninfas de la cochinilla que la ataca, tinte que vuelve a estar de moda por su origen orgánico.

OPUNTIA FICUS-INDICA, chumbera o tuna, sigue en el catálogo de especies invasoras contra la opinión de muchos ecólogos que la estiman porque ya forma parte con justicia de nuestro paisaje en el que se la ha empleado con provecho en vallado, linderos agrícolas, sujeción de taludes, setos ganaderos y para alimentación de ganado y humana. Sus deliciosos higos tienen muchas virtudes curativas.



Ahora, una plaga de la cochinilla de los tintes (Dactylopius opuntiae) amenaza con acabar con ella en la Península, extendiéndose desde Murcia, de este a oeste. Ya vi sus palas atacadas en Úbeda hacia 2020, como decaídas y embalsamadas por las sedas del insecto. En Cádiz ya es un problemón. La subida de las temperaturas la benefician y no tiene enemigo conocido.

Por eso me ha dado alegría retratar estos días los brotes florales de sus pencas. Esperemos que las heladas sean un freno del parásito, pero son cada vez menos los fríos y peores las calores...






HIGOS CHUMBOS

Lo cuenta FRANREDAL (Francisco Luis Redondo Álvaro) en una crónica que mandó a sus amigos, sobre uno de sus últimos viajes, a Suiza, recordando su infancia...

"Y todo enredándose, enzarzándose, con los recuerdos; con los más bellos, los de la infancia. Veo todavía aquellos campesinos de mi tierra, que vendían los chumbos por las calles. Llevaban una minúscula navaja y con extraordinaria maestría cortaban los dos extremos del chumbo y los separaban, como dos opérculos, para luego hacer una incisión longitudinal a lo largo del fruto, muy poco profunda; lo justo para despegar, con la misma navaja, en un momento, la corteza y descubrir, ante nuestros asombrados ojos de niño, la roja y sangrante pulpa, carnosa y resbaladiza, que recogíamos ya con la mano. Lo hacían todo con gran habilidad y precisión, porque el chumbo no debe tocar la piel, pues tiene unas espinas, muchas casi invisibles, que pican y son muy molestas. Era todo tan fácil, tan bonito de ver, tan dulce y rico de comer. Aquellos hombres rudos, sencillos, te ofrecían en un minuto la felicidad, el milagro de una pequeña felicidad. No sólo a los niños, que éramos felices continuamente, sino también a los mayores, que se acercaban para descansar un poco de sus trajines y refrescarse con deleite la boca".





Descanse en paz el médico, científico y excelente escritor y amigo Francisco Luis Redondo Álvaro (al que motejé Franredal), varón de admirable inteligencia, amigo de su pueblo y de l la historia y costumbres de sus cerros.

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